Sonríe, cariño...


Se conocieron durante el fin de semana, él estaba de visita en Madrid con unos amigos a los que conoció de Erasmus en Finlandia, ella simplemente se quedó prendada de su pelo rubio y sus ojos casi transparentes. Además, en contra del estereotipo latino acerca de los nórdicos, Sven era un encanto, y bailaba de maravilla. Para Sven, María fue el descubrimiento de la amabilidad hispana, tenía una sonrisa deslumbrante y cuando empezaron a bailar decidió que era la mujer de su vida.

Pasaron juntos una semana maravillosa, ella ejerciendo de Cicerone, enseñándole sus rincones favoritos de Madrid. Acabando la semana, decidió compartir con él un precioso atardecer en el Templo de Debod; al fin y al cabo, esa sería su última noche juntos, y tenía que ser perfecta desde el comienzo.

Decidieron sacarse la última foto juntos, cuando todavía la sonrisa afloraba naturalmente a sus caras; antes de que la pasión de la última noche les arrebatase la cordura, antes de que la tristeza de la separación les arrancara lágrimas, antes de que la incertidumbre del futuro a cuatro horas de avión el uno del otro les sumiese en la melancolía... ¿Volverían a verse? ¿Sobreviviría su amor a la distancia?

Pudo ser así, pudo ser de cualquier otra forma, pero así es como me gusta pensar que pasó...